lunes, 8 de junio de 2009

Domingo de excursión





Ayer salimos de excursión los cuatro. Lo que no querría olvidar, y por eso lo escribo:

  1. El ruido tan peculiar de las cigüeñas, como si golpearan, rítmicamente, la madera. Su vuelo tan hermoso. Esa gracia con la que se apoyaban sobre sus patas tan flacas, de pie y ojo avizor sobre las torres: sobre las torres picudas de la iglesia (¡¡catedral!!) de Bonilla de la Sierra (y esto es Castilla: toda la majestad del gótico en un pueblo perdido, la Edad Media detenida en cuatro casas a punto de caerse, siempre alrededor de una iglesia, y siempre defendidas por un castillo); en los altos, también, de la iglesia de Piedrahíta, que antes fue el castillo de Doña Berenguela, y lo sigue siendo, porque todo lo que asume la Iglesia sigue siendo lo que era, pero en mejor; y en lo alto de la grúa de la casita que se están haciendo los tíos.

  2. La cara del camarero cuando papá le preguntó si era hijo de Germán y nieto del que daba nombre al sitio en el que comíamos. Y que sí, y que cómo se había dado cuenta, porque se parecía más su hermano, el que vivía fuera y no quería saber nada del negocio familiar... Y cuando papá le preguntó por su padre, que se había casado tarde, la respuesta fue rápida y como para enmarcarla: "Sí, se casó tarde, pero se casó bien".

  3. El sitio en el que comimos había sido el lugar al que todo el pueblo iba a bailar cuando papá era joven. Y mucha gente, nos contó el hijo de Germán, iba ahora a comer a ese piso alto con suelo de tarima -todavía está la pianola fuera, en la entrada- y le contaba que allí se conocieron su padre y su madre.

  4. Y la cara de sorpresa alegre de tía madrina, cuando nos vió, tampoco quisiera olvidarla. Y cuando le contamos dónde habíamos comido, se rió para contarnos ella a su vez que ahí le dieron un patadón -"una coz"- bailando hace muchísimos años. Que ya no se acuerda de con quién bailaba, pero sí del dolor, y de que se volvió, pero todo el mundo miraba al techo. Así que nunca supo quién había sido.

  5. Y respondió a nuestras preguntas: que bailaban fox y pasodoble, que es lo que se bailaba entonces. Y no era por ponerse melancólica porque a ella el momento actual le parecía el mejor de todos y por nada quisiera volver al pasado, pero el pasodoble es una música bien alegre y muy española, y si ahora parece de viejos es porque los jóvenes ya no sabemos bailar, y nos ponemos en círculo "y cada uno hace lo que puede con los pies y con las manos", pero eso no es bailar ni es nada, es para disimular que no sabemos el ritmo, ni bailar uno con otra.

  6. Y la cara de la Virgen de la Vega, tan bonita ella, y como unida al gesto de las dos manos animándonos a rezar. Como si nos dijera: "venga, que no es tan difícil... yo empiezo y vosotros seguís." Como hacen las madres.

  7. Y que cuando volvíamos, el sol cayendo sobre los verdes, jara y retama y una flor morada que a mamá le gustó tanto que nos hizo parar el coche para coger un poco ("¡yo quisiera saber el nombre de todas las plantas y todos los árboles!" decía, arrebatada, en el viaje de ida), me dijo padre que no leyera en el coche, que me iba a estropear (más) la vista, y me dió una idea para no aburrirme entonces: "Mira por la ventana y te haces un álbum de imágenes mentales, para mañana repasarlas en el trabajo."

Que es lo que he hecho mientras escribía esta entrada.

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