lunes, 22 de julio de 2013

Encontramos en los libros lo que ya teníamos en el corazón

Muchas veces he pensado en lo absurdo de la avidez lectora que me domina, ante la certeza con la que titulo esta entrada. Pero es que es cierto: cada uno encuentra en el libro que lee lo que ya llevaba dentro...

Sólo un ejemplo (podría poner muchos). Hace años, recomendé a una de mis mejores amigas uno de mis libros preferidos, Señora de rojo sobre fondo gris. La historia de amor -de amor más fuerte que la muerte: el verdadero- que relata este librito me acompaña desde que lo leí por vez primera, hace ya más de quince años. Muchos de sus párrafos me los sé de memoria, de tanto releerlos...

Para mi sorpresa, mi amiga me dijo que el libro estaba bien, pero no le había emocionado. Ante mis decepcionadas preguntas, ahondó un poco más: es que la protagonista era inaguantable, me dijo. Todo el día mirando si estaba o no lo suficientemente delgada, si se conservaba bien, si tenía unas piernas que "aún se podían mirar"...

Comprendí, entonces. La madre de mi amiga (una mujer guapísima, por cierto: bueno, guapísimas las dos, mi amiga y su madre) ha estado siempre muy pendiente del peso y de la belleza. Es lógico entonces que su hija sintiera un cierto rechazo ante un personaje femenino que le recordaba aquello que no le gustaba de su madre...

En cambio, yo me había fijado en otros aspectos de la protagonista: su alegría incombustible, su apasionada vocación de esposa y madre, su fascinación por la belleza... con todos ellos me sentía identificada (si no en la realización, sí al menos en la intención) y sobre todo, me sentía identificada con el gran amor que le tributaba su marido, lo que yo deseaba para mi vida desde siempre...

¿Entonces? ¿Para qué tanto leer, si lo que sacamos de cada libro es lo que ya teníamos dentro?

Pues porque creo que una de las mejores formas de sacar lo que tenemos dentro es leyendo.

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